Indagaciones Surrealistas

No existe el tiempo, solo el sufrimiento de las veces en las que mi corazón se congela por completo dejando sin aliento el cuerpo que alimento con trocitos de pan amargo y seco.

¿Qué es lo que quieres de mí?

Una naranja pelada, mostrando su cuerpo desnudo, su pulpa temblando con el brillo del fuego, a punto de ser exprimida con la violenta mano para sacarle todo su jugo; ese líquido ácido que envenena tu alma convirtiéndola en un ser destructivo que rompe las delicadas cabezas ya marchitas de muñecas de ojos opacos, muñecas de sueños, muñecas que ahora flotan en lo más hondo de un lago.

Cuando vayas a rescatarlas ya estarán cansadas del dolor, cansadas de las lágrimas de polvo que resecan las rosas rojas, y se hundirán no sin que antes una mano mortecina te arrastre con ellas hasta la más profunda oscuridad, donde los sentidos se atrofian y el miedo será tu único compañero.

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Busco y no encuentro la llave de mi tormento que quiero liberar al cielo de nubes cargadas de cadenas que caen y me golpean, atando mi cuerpo a una balanza  de seres superiores que no me dejan controlar mi rabia. Gritos en silencio de la oscura habitación, en cuya cuna se retuerce el recuerdo del primer placer. Me ahogo con esta ira sibilina deseando desaparecer del mundo de las grandes mentiras.

Y solo recibo a cambio una cama elástica donde caer y subir al mismo tiempo que suben y bajan las manzanas que se van pudriendo sin apenas ser masticadas.  Un desperdicio que se suma en la batalla de los fuertes y los débiles, pero que ninguno se adapta al cambio.

Ya no se puede jugar con Playmobil, ahora tú eres el muñeco y prepárate para vivir por obra y gracia de la felicidad de cuyos espectros te exigirán decir aquello que quieren oír por el mal de la falsedad. Las reglas se contradicen y ya no se respira el mismo aire que se va tornando gris melancólico. 

¿Qué fue de lo anteriormente dicho?

El juego de cartas rojas y negras decidirá en qué lugar te pondrán y si en mitad de la jaula el pájaro azul ensueño se muere es porque  ya no hay nada que lo alimente salvo el miedo.